En un abrir y cerrar de ojos, ella se encontraba en el aquel
aeropuerto rumbo a su querida tierra natal, que la supo albergar durante sus
años de adolescencia. La esperaban sus familiares y amigos de la infancia. Con
su imagen ya cambiada, sus zapatos de tacón alto y una cartera Luois Vuitton
haciendo juego, temía que no la reconocieran al llegar. Bebió el último trago
de aquel vaso de Champagne y decidió salir a la terraza a tomar aire fresco.
Saboreando un sol de
noviembre lo vio fumando un cigarrillo mientras hablaba por celular. La
primera impresión la impactó. Con un traje Armani negro, bien afeitado y
anteojos negros, sus canas le parecían atractivas. Justo cuando se disponía a
acercarse, oyó una batalla de gorriones
y del susto dejó caer su celular al piso. Casi sin darse cuenta, él ya estaba
levantando su Samsung Galaxy dorado. Se cruzaron la mirada a través de los
lentes y ella supo que la mitad de la batalla estaba ganada. Un aire verde y claro flotaba en aquella
terraza del aeropuerto de Barajas. Una pequeña charla, que entre nombres,
apellidos y profesiones dejaron el camino libre para un fuego que se consumía
entre ellos.
Casi sin pensar en el murmullo de la gente, ella le sonrió y
él sin mucha explicación se acercó, la agarró de la cintura y posó la mirada en
su boca. Ella mordiéndose el labio sintió su perfume y su aroma le recordó
viejos amores fallidos. Mientras se oía a lo lejos el rugido de un avión a
punto de despegar, él se acercó aún más y ella sin dudar un instante posó sus
carnosos labios en los suyos. No hubo ninguna conversación más importante que aquel
encantamiento entre ellos, digno de salones reales y lujuria novelesca.
Cuando estaban por desprenderse el uno del otro, ella oyó el
último llamado de su vuelo y sabía que tenía que partir. Su príncipe estaba
parado ahí, pero sus destinos eran diametralmente opuestos. El quiso susurrar
algo a su oído, pero ella colocó su dedo índice en su boca y lo calló. Se
dirigió a la puerta de entrada para tomar el avión y mientras lo miraba sentía
que ya no había retorno. No hubo ninguna palabra, ninguna expresión verbal, solo con sus ojos, para parar aquel fuego
frio….
FIN
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