lunes, 3 de septiembre de 2018

Aeropuerto Fugaz



En un abrir y cerrar de ojos, ella se encontraba en el aquel aeropuerto rumbo a su querida tierra natal, que la supo albergar durante sus años de adolescencia. La esperaban sus familiares y amigos de la infancia. Con su imagen ya cambiada, sus zapatos de tacón alto y una cartera Luois Vuitton haciendo juego, temía que no la reconocieran al llegar. Bebió el último trago de aquel vaso de Champagne y decidió salir a la terraza a tomar aire fresco.
Saboreando un sol de noviembre lo vio fumando un cigarrillo mientras hablaba por celular. La primera impresión la impactó. Con un traje Armani negro, bien afeitado y anteojos negros, sus canas le parecían atractivas. Justo cuando se disponía a acercarse, oyó una batalla de gorriones y del susto dejó caer su celular al piso. Casi sin darse cuenta, él ya estaba levantando su Samsung Galaxy dorado. Se cruzaron la mirada a través de los lentes y ella supo que la mitad de la batalla estaba ganada. Un aire verde y claro flotaba en aquella terraza del aeropuerto de Barajas. Una pequeña charla, que entre nombres, apellidos y profesiones dejaron el camino libre para un fuego que se consumía entre ellos.
Casi sin pensar en el murmullo de la gente, ella le sonrió y él sin mucha explicación se acercó, la agarró de la cintura y posó la mirada en su boca. Ella mordiéndose el labio sintió su perfume y su aroma le recordó viejos amores fallidos. Mientras se oía a lo lejos el rugido de un avión a punto de despegar, él se acercó aún más y ella sin dudar un instante posó sus carnosos labios en los suyos. No hubo ninguna conversación más importante que aquel encantamiento entre ellos, digno de salones reales y lujuria novelesca.
Cuando estaban por desprenderse el uno del otro, ella oyó el último llamado de su vuelo y sabía que tenía que partir. Su príncipe estaba parado ahí, pero sus destinos eran diametralmente opuestos. El quiso susurrar algo a su oído, pero ella colocó su dedo índice en su boca y lo calló. Se dirigió a la puerta de entrada para tomar el avión y mientras lo miraba sentía que ya no había retorno. No hubo ninguna palabra, ninguna expresión verbal, solo con sus ojos, para parar aquel fuego frio….
FIN

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